PRESENTACIÓN

“El artista representa la eternidad que se adentra en la historia”
(Rilke, Diario florentino)

 

Estamos ante un oxymoron. ¿Qué significa ese paso que da el sujeto creador para adentrarse en el recinto de la historia desde el de la eternidad? Lo eterno es una categoría que solo puede predicarse de aquellas obras de arte que permanecen igual a sí mismas aunque la rueda del tiempo, que no se detiene nunca, cause en ellas estragos irreparables. Pero la eternidad que se atribuye al arte dimana, paradójicamente, de su historicidad. Solo aquella obra que es dada a conocer puede alcanzar la categoría de lo intemporal. De ahí que el creador siga siendo un representante de la eternidad tras haberse adentrado en la historia. Hay aquí un matiz importante: quien entra en la historia es la eternidad misma, de la que, según Rilke, el artista se erige en su representante genuino; giro ontológico que constituye una reformulación del mito del presente eterno del arte. Eterno es, en sentido estricto, lo que no tiene principio ni fin; pero este concepto referido a una obra de arte habría que entenderlo como Paul Klee cuando decía que su obra iba dirigida tanto a los muertos como a los no nacidos. Hay ciertas creaciones artísticas que apreciamos como si fuesen eternas; pues, si bien el acto comunicativo que generan tiene lugar en el marco de la historia, al manifestarse salen de ella, en virtud de lo cual Rilke ve en el artista un “representante de la eternidad que se adentra en la historia”.

Los artistas siempre entran en la historia, o, como decía Valèry, siempre “entran en escena”, pero solo algunos consiguen que en ese justo instante que constituye la revelación de su obra, abandonen el teatro en que tantos aplausos han cosechado de sus contemporáneos, haciendo una pirueta dialéctica que provoca asombro y les lleva en volandas a la posteridad. Diríamos, para seguir con el símil teatral, que siendo la historia el escenario del arte, el artista es como el actor que cada noche al abrirse el telón interpreta su papel; mas cuando el edificio se convierta en una ruina por el paso del tiempo o la acción destructiva de los hombres, él seguirá allí recibiendo el aplauso de las generaciones futuras. Fernando Castro Borrego.

 

Obra Social Cajacanarias
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